El participar en juegos de azar, en cantidades excesivas, acaba convirtiéndose en un problema. Pero, la barrera entre el problema/no problema no está clara, tratándose más bien de un continuo en el que no existe un mismo punto de corte para todas las personas.
La diferencia entre un juego problemático y el juego patológico, estriba en la capacidad de la persona para controlar de forma voluntaria su implicación en el juego, pero, la percepción de la persona sobre su propia capacidad puede estar alterada, sobre todo en jugadores patológicos (ilusión de control).
El juego patológico se define como: «Enfermedad adictiva donde el sujeto es empujado por un abrumador e intolerable impulso a jugar. El impulso persiste y progresa, consumiendo cada vez más tiempo, energía y recursos emocionales y materiales. Finalmente, invade y frecuentemente destruye, todo lo que es significativo en la vida de la persona«.
Además, la evolución de una persona, desde las conductas de juego lúdicas hasta el desarrollo del juego patológico, se caracteriza como una espiral de deterioro progresivo.
Para caracterizar a los tipos de jugadores, se han establecido varias clasificaciones.
Las diferentes categorías sólo representan puntos de corte de un continuo en el que frecuentemente, el comportamiento de los jugadores puede estar a caballo entre varias de ellas.
1. JUGADOR SOCIAL O CONTROLADO:
Juega ocasional o regularmente, por entretenimiento, satisfacción, interacción social, etc, pero tiene un control total sobre la conducta y puede dejar de jugar cuando lo desea, independientemente de la frecuencia con la que juegue y de las ganancias o pérdidas. Sin embargo, cuanto más intensa, frecuente y peligrosa sea la forma de jugar, más fácil será que evoluciones a la categoría de jugador problema.
2. JUGADOR PROBLEMA:
Juega de forma frecuente o diaria, con un gasto habitual de dinero que ocasionalmente le acarrea problemas. Tiene menos control sobre sus impulsos, y, aunque atiende regularmente a su familia y trabajo, llevando una vida normal, el aumento de la regularidad del juego le exige gastar el tiempo y el dinero con mayor intensidad y dedicación.
Se considera al jugador problema como una persona con un alto riesgo de convertirse en jugador patológico.
3. JUGADOR PATOLÓGICO:
Dependencia emocional del juego, con pérdida de control, siendo imposible resistir a los impulsos de jugar. El funcionamiento cotidiano se ve alterado comprometiendo los intereses familiares, personales y sociales.
Presenta unas conductas de juego descontrolado que responde a las siguientes pautas:
- Frecuencia del juego e inversión de tiempo y dinero muy altas.
- Apuesta de una cantidad de dinero superior a la planeada.
- Pensamientos recurrentes y deseo compulsivo de jugar, sobre todo cuando ha perdido.
Otras características distintivas:
- Necesidad subjetiva de jugar para recuperar el dinero perdido.
- Fracaso reiterado en el intento por resistir el impulso de jugar.
- Distorsiones o sesgos cognitivos.